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| Y cuando estés allá arriba, la ciudad se silencia... Cerro Grande, Chihuahua, Chih. |
Es de madrugada. Quizá tú me vas a leer por la tarde, cuando caiga el sol, o antes de ponerte a trabajar. Sea cual sea la hora, déjame compartirte algo: necesitamos del silencio.
Necesitamos alimento, agua, luz solar, energía, internet, abrazos, diálogos, trabajo, amor, salud, sexo, dinero. Pero también necesitamos del silencio.
Urge silencio, aclamo silencio. Esa ausencia del ruido, ese apagar de televisión, celular, horno. Que placer es escuchar el silencio. Por qué sé que tu silencio no igual al mío. ¿Que te ofrece el tuyo? El mío, el respirar de mis padres al dormir, el reloj de la cocina, los gatos peleando en la calle.
Pero, aún así, me ofrece relajación. La pura idea de que todo está bien, en calma. La invitación a apagar el botón de alerta. Cero pendientes, cero entregas, cero deudas.
Esa sensación de paz que me va a durar, espero, cinco horas más... ¡Qué emoción! ¿Que puedo hacer con esto? ¿Hacia donde quiero dirigir mi atención?
Necesito del silencio porque es egoísta, como yo. Y yo ahora quiero escucharme, quiero llevarme de la mano hacia mis adentros. Jugar a que elevó una oración a Dios para luego perderme en todos esos pensamientos que deje inconclusos en el día.
Necesito del silencio para dejar descansar a mi cuerpo. Porque puedo no dormir, pero si estoy en silencio, es aceptable mi desvelo. Porque en este momento no hay nada que me importe más que yo.
Necesito del silencio para seguir agradeciendo mi 2020 y para dejar de planear el 2021, porque me interesa soltar el control de todo. Si, de verdad me interesa porque aún no aprendo y eso me hace daño. Un montón.
Necesito del silencio para seguir aprendiendo a escuchar, no solamente oír (cómo lo había platicado en notas recientes).
Necesito del silencio para abandonar mi personaje cotidiano, para guardar mi voz en el cajón, para dejar mi cabellera en el suelo y ser yo de nuevo: un ser que busca el silencio.
Para ensayar todas esas caras que no hice bajo el sol, para titiritar de frío sin ser observada, para sentir hambre y saborear desde ya mi desayuno. Necesito del silencio para salir de la escena y no suplicar por el aplauso del público.
Para no pensar en argumentos, para no ser inteligente, para rascarme la nariz desesperadamente. Para tararear mi propia canción de cuna, para frotar mis pies uno contra el otro y engañarme con un poco de calor.
Y tú, ¿Para qué necesitas del silencio? Yo necesito del silencio para disfrutar del sonido que me espera mañana... Si es que hay un mañana.

El silencio para ir a mis adentros y descubrir la paz que habita en mí, dejando a un lado todo aquello que se me escapa por causa del ruido. Un ruido que si no existe, estúpidamente lo provoco con el afán de evitar estar conmigo mismo, porque paradójicamente le temo al silencio por saberme diminuto antes él, cuál camino óptimo para viajar a mis recuerdos, a mis expectativas, a encontrarme... Gracias por provocar silencios y en ellos, encuentros Adrid
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