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A todas aquellas que estuvieron antes de mi

Si he de florecer un solo día, que sea con fuerza y con fe.

Mujeres de mi corazón:

Desde la palabra, con la incertidumbre y la necesidad de llamarles, convoco que me tengan presente en sus manos y su voz.

Desde aquí, convoco el fuego que iluminó el camino de nuestras ancestras. Ese fuego que tenían en los ojos cada que se hacían más sabias. Convoco a la sabiduría de nuestras abuelas, hermanas, tías que ya no están, pero que nos dejaron cuadernos llenos de notas mágicas, de historias propias, de conocimiento herbolario.

Convoco reconociendo y abrazando aquellas veces en las que las mujeres que me precedieron, lloraron, rieron, estuvieron confundidas, entendieron el coraje, le dieron salida de sus cuerpos. Convoco la fuerza con la que ellas rebelaron a más mujeres el calor que había en sus manos para curar, para sanar y conocer sus dolencias.

Llamo para que esas mujeres que ya no están, pero que en el corazón me acompañan, me presten sus ojos, su capacidad se asombrarse por los descubrimientos cuando eran niñas, su contacto con la tierra, la siembra, las plantas, los animales.

Compartan conmigo su alegría al respirar, al ensanchar sus pulmones y correr por las calles, en la escuela, al esconderse entre los árboles. Recuérdenme qué se siente la satisfacción de darle agua a mi boca cuando estoy cansada, y comer fruta fresca sabiendo que mis días se pueden endulzar.

 Que me abrace la sensibilidad y tenerlas presente cuando tuvieron que convertir la ausencia en amor, y que en dolor multiplicaron la comida en su mesa. Pido que me guíen a vivir con entera alegría todas esas emociones que, quizá, aún no han traspasado en mi cuerpo.

Que me inviten a encontrar un momento en el día, para ir a mis adentros, en donde están ellas. Para escucharlas, para vivirlas y resistir. Para que me muestren los rostros de la paciencia, del diálogo y de su espiritualidad tan diversa, tan profunda y significativa.

Para prender velas y perderme en esa luz. Y descansar en sus brazos, para fortalecer mis decisiones, para saborear un si y un no con claridad. Para amarme hasta en los momento de quebranto, y amarlas a ellas, todas.

Prepárenme para la madurez. Para fortalecer mi fe.
Para que me habiten cuando me vean débil, cuando sea necesario.

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