El 2020 ha sido un año complicado. No estoy diciendo nada nuevo ni estoy revelando el secreto más oscuro de la humanidad. Para nada. El 2020 resulto una pausa obligada, un momento de parar y de refugiarnos en casa. Espacios que han resultado confortantes o un verdadero infierno. Cada quien sabemos qué sucede dentro de ellos. El trabajo (más) escaso, presupuestos (aún más) recortados. Oficinas en plena mudanza hacia la casa, los tiempos interrumpidos. Nuestra privacidad a la vista de todos en Zoom y Google Meet. Cuerpos agotados, reconociendo por primera vez el estrés o acentuándose padecimientos cada vez más graves. El sueño, ausente, movido. El término "economía" entendido como se le dio la gana. Pero en todos los escenarios, fue un desastre. En este freno obligatorio, en el que los aeropuertos lucieron enormes y fríos, me tocó estar de regreso en casa. Con un montón de enseñanzas, de andares, y emociones. Y con un bulto gigante de lecciones inconclusa...