Estoy que muero de ganas por compartir lo que recientemente me está sucediendo. Bueno, creo que no es tan reciente, pero cada vez me hago más consiente de ello. Sucede que a la Ciudad de México le tengo un estima total. Sin querer, CDMX se convirtió en mi mejor terapia cuando por dentro moría de miedo de volver a abrirme al mundo. Mi primera visita fue en julio de 2011, para mis primeras prácticas de campo. Torre Latinoamericana, tomada desde Palacio de Bellas Artes A pesar de que iba acompañada de compañeros y compañeras de antropología (saludos y mucha luz: Paco, Ileana, Claudia, Manuel), la ciudad siempre se me presentó en solitario. Era como de esos encuentros en donde nada más estas tu y ella. Yo y la gran ciudad. ¿Cómo puede una ciudad, ese pequeño punto en el mapa, en el centro del país, convertirse en algo tan caótico, tan lleno de sensaciones, de olores, de gritos, de colores, de performance, de temperaturas, vientos, granizo, lluvia y calor en...